Por Francisco Sánchez Rodríguez*
¿Contribuyó Yoko Ono a la separación de Los Beatles, como lo han asegurado en los últimos 30 años los adeptos más fieles del cuarteto? En un texto pletórico en anécdotas, Francisco Sánchez Rodríguez asegura que sí, y para fundamentar su aseveración pasa revista al obsesivo e impertinente asedio de Yoko, en sus afanes por conquistar a Lennon; al clima de hostilidad que su presencia generaba entre los miembros del grupo, y a sus intromisiones en la vida financiera de la célebre banda. El autor presenta a una Yoko oportunista, llena de artimañas, en contraposición con un Lennon débil de carácter.
"Creo que el problema es que subestimamos a esta loca damita japonesa."
Neil Aspinall, gran amigo de Los Beatles.
Un día en la vida
La noche que lo mataron, a la mente del máximo exponente de la música pop -y uno de los iconos culturales del siglo que ya termina: John Lennon-, quizá llegaron atropellados recuerdos de lo que había sido su efímera y productiva vida.
Recordaría acaso la remota tarde de 1956 cuando, apoyado cual viejo borracho sobre la espalda de aquel adolescente con cara de niña llamado Paul McCartney, le escuchó interpretar "Twenty Flight Rock" e, impresionado por el virtuosismo de su coterráneo, le invitaría más tarde, vía Pete Shotton, a unirse a Los Quarrymen; quizá su mente viajaba hacia la tía Mimi, hermana de Julia Stanley, su madre, diciéndole: "Está muy bien la guitarra, John, pero nunca te ganarás la vida con ella".
¿En qué pensaba John Lennon la noche del lunes 8 de diciembre de 1980, cuando un desquiciado fanático, Mark Chapman -casado, como John, con una japonesa cuatro años mayor que él, de nombre Gloria Abe- le disparó a quemarropa, luego de haber obtenido, horas antes, el preciado autógrafo del ídolo beatle? ¿En Julian, hijo de su primer matrimonio con Cynthia Powell; en Sean, logro único, luego de varios abortos, con Yoko Ono; en Double Fantasy, el disco que reivindicaba, después de varios desaciertos, al una vez líder de la banda de rock más grande de la historia del género?
Quizá no pensaba en nada ni en nadie en particular.
Lo cierto es que muchos años después, la muerte de Lennon sigue siendo una herida difícil de cerrar para todos los beatlemanos, un episodio inmerecido y vil que se unió simplemente a la carga de confusiones y malos entendidos que permearon la vida de Lennon: declaraciones tergiversadas ("el cristianismo desaparecerá. Menguará y se esfumará. No hace falta que yo lo demuestre. Estoy en lo cierto y se demostrará que lo estoy. Ahora nosotros somos más populares que Jesús. No sé qué desaparecerá primero_ el rock and roll o el cristianismo. Jesús era un gran tipo, pero sus discípulos fueron torpes y vulgares"), insidias no comprobadas (la supuesta relación homosexual, durante un viaje en la compañía de Brian Epstein a España) y, por último, la tormentosa relación con la artista japonesa Yoko Ono.
Lo cierto es que muchos años después, la muerte de Lennon sigue siendo una herida difícil de cerrar para todos los beatlemanos, un episodio inmerecido y vil que se unió simplemente a la carga de confusiones y malos entendidos que permearon la vida de Lennon: declaraciones tergiversadas ("el cristianismo desaparecerá. Menguará y se esfumará. No hace falta que yo lo demuestre. Estoy en lo cierto y se demostrará que lo estoy. Ahora nosotros somos más populares que Jesús. No sé qué desaparecerá primero_ el rock and roll o el cristianismo. Jesús era un gran tipo, pero sus discípulos fueron torpes y vulgares"), insidias no comprobadas (la supuesta relación homosexual, durante un viaje en la compañía de Brian Epstein a España) y, por último, la tormentosa relación con la artista japonesa Yoko Ono.
Entender la influencia que Yoko Ono tuvo en la desintegración de Los Beatles en general y en el hundimiento de John en particular, supone varias premisas. Una de ellas se relaciona con el abandono y la muerte -repentinas y absurdas- de las personas que John más quería, en diferentes épocas de su vida. Primero el padre, Fred Lennon, marinero aventurero que no reaparece en la vida de John sino hasta que sabe de la existencia de algo llamado Los Beatles y se presenta para exigirle dinero; George, esposo de Mimi, y lo más parecido a un padre que Lennon llegó a conocer, muerto por una hemorragia cerebral cuando el futuro beatle contaba apenas 13 años; Julia, su madre, arrollada en 1958 por imprudente automovilista; Brian, el descubridor del cuarteto, fallecido en 1967, luego de disipada existencia; destacable es también la prematura muerte de Stu Sutcliffe, condiscípulo de John en la Escuela Superior de Arte de Liverpool, muerto en Hamburgo, como consecuencia, se especula, de una golpiza propinada tiempo atrás por los teddy boys de Litherland, en brazos de Astrid Kirchner, su novia alemana, inventora del peinado beatle.
Añadamos a esto los engaños que, de una manera u otra, incluyendo los de Yoko Ono, siguieron al jefe beatle. Tales son los casos del farsante Maharishi Mahesh Yogui, empeñado más en fornicar con sus discípulas y atesorar riquezas que en la paz espiritual; las reiterativas desilusiones producto de malos manejos administrativos de gente allegada a Los Beatles; Alex "el mago" y sus disparatados proyectos, y otros tantos a los que, provincianos después de todo, los cuatro chicos de Liverpool estuvieron expuestos.
Woman is the niger of the world
Fatigados por las giras, el acoso de los medios y sumidos en la búsqueda de sí mismos, vía las drogas, sobre todo el LSD, Los Beatles hacían proyectos por separado ante la pregunta cotidiana: "¿se habían separado?". El álbum Sargent Pepper Lonely Hearts Club Band, vendría a dar respuestas.
En noviembre de 1967, la artista japonesa Yoko Ono (1934) montaba una exposición en la Indica Gallery de Londres. Dicha exposición consistía, eran los 60, en absurdos como mostrar una manzana, colocándole encima el precio de 200 libras. "Había también una escalera que tenía en lo alto una lupa sujeta con una cadena. Si alguien subía la escalera y observaba el sitio rodeado con un círculo en el cielo raso, podía leer la palabra `sí`, trazada con un minúsculo garabato. Y había también una tabla, con varios clavos parcialmente introducidos en ella, y una nota que decía: clava un clavo". [1] "¿Dónde es la orgía?", aventuró a preguntar Lennon a la artista japonesa, mientras un grupo de personas zurcían un saco de lona, a lo cual Yoko Ono sólo entregó al beatle una tarjeta que decía: "respira".
¿Este era el arte de la japonesa? Sí, además de dar conciertos (sic) instalando micrófonos en los sanitarios para que los concurrentes a los mismos escucharan cuando alguien orinaba y jalaba la cadena, dejando correr el agua.
¿Para esto había perseguido tanto tiempo Yoko a John? Porque la historia no miente, es justo decir que el primer interés de la oriental por el beatle fue económico. Plantada en las oficinas comerciales de Apple, tiró el sablazo a Neil Aspinall, representante viajero e íntimo amigo de los muchachos; a Ringo Starr, que simplemente la dejó con la palabra en la boca. "Después amenazó con encadenarse a los portones en un intento por ver a Lennon" y escribió cartas desesperadas en las que amenazaba suicidarse si John no le daba dinero, mismas que enviaba a la residencia de Kenwood. Es aberrante el episodio cuando, luego de asistir a una conferencia de meditación trascendental, de regreso a casa en su limusina, John y Cynthia tuvieron que soportar a la impertinente japonesa que, audazmente, se había sentado entre ambos.
Acaso fue el libro de poemas intitulado Graperfruit (1964) la clave con la que Ono embrujó a John. Los poemas eran verdaderos monumentos como los siguientes: "Traza un mapa para perderte" y/o "Fuma todo lo que puedas, incluyendo tu pelo púbico" y/o "Revuelve tu cerebro con un pene hasta que todo se mezcle bien. Ve a dar un paseo".
Divertido, más que convencido de la capacidad artística de Ono, Lennon accedió a financiar su siguiente muestra en la Lissom Gallery, intitulada "Muestra del medio viento", compuesta de medias cosas: media silla, media cama, media taza, aunque pidió que su nombre no apareciera en el catálogo y el patrocinio se anunció sólo como "Yoko y yo".
Con una pequeña ayuda de mis amigos
Es sabido que a la muerte de Brian Epstein Los Beatles experimentaron una cierta orfandad, misma que ni la aparición del magistral álbum "Sargent Pepper", las enseñanzas del Maharishi, su viaje a India ni el rodaje de la película para TV, Magical Mistery Tour, pudieron aliviar.
Así, sumidos en un estado de depresión existencial, el terreno para las embestidas de Yoko Ono era más que propicio. Y Lennon, débil en el fondo, y que por ello fingía ser un payaso que se burlaba de la monarquía y la sociedad que lo había aburguesado, era una víctima fácil y apetitosa.
Las cartas que Ono escribía a John durante la estancia de éste y los demás Beatles, incluyendo sus esposas, en la India eran sólo el preámbulo de lo que más tarde vendría: "Mira al cielo -le decía- y cuando veas una nube, piensa en mí".
En mayo de 1968, cuando Los Beatles se encerraron en los estudios de Abbey Road, se encontraron con un nuevo invitado: Yoko Ono. "Yoko siempre estaba junto a John. Literalmente junto a él, como si hubiera estado quirúrgicamente junto a él. Era grotesco de ver, esa figura menuda con tanto cabello revuelto, vestida de negro, sentada, de pie, caminando junto a John, espiando bajo el mismo mástil de su guitarra cuando él tocaba (_). Al principio Paul procuró entender lo de Yoko y no causar una gran crisis al respecto. Paul era un profesional del espectáculo y el álbum estaba primero.
Pero Yoko lo hartó. Pronto él y los otros perdieron la paciencia y brotó la hostilidad. Eran sarcásticos y fríos en su propia cara; a sus espaldas la llamaban "el sabor japonés del mes" y bromeaban diciendo que tenía la vagina oblicua, igual que sus ojos. Cuando alguien preguntaba a Neil si había olvidado afeitarse o se estaba dejando crecer el bigote, Neil respondía: "Todos nos los estamos dejando crecer, hasta Yoko". Hubo algunas conjeturas sobre por qué Yoko seguía a John adentro del lavabo para hombres cada vez que él iba. Se presumía que lo ayudaba en su faena. Abundar en absurdos es, también, absurdo, pero en este caso necesario.
Varias son las joyas que pueden citarse. Unas de ellas: durante la entrevista cuando John demanda a Cynthia el divorcio, al pedir permiso para ir al baño, Yoko lo sigue y entra al cuarto con él; John, pagando los costos del divorcio, y posterior chantaje, de la japonesa y Tony Cox; Yoko, y ello está documentado por amigos íntimos de John, sometiendo al beatle a la dependencia de una droga como la heroína.
Cierta ocasión, cuando Los Beatles anunciaron que, ante el fracaso de la Apple Boutique, la gente podría pasar y llevarse lo que quisiera gratis, la noche anterior a ello, Yoko llegó a la tienda "ante los sorprendidos empleados, extendió en el suelo grandes cortes de tela y se puso a amontonar mercancía en ellos, hasta que le llegó a la cintura. Luego anudó las puntas de la tela al estilo vagabundo y echándose a la espalda el atado lo sacó de la tienda como un Santa Claus oriental hasta el Rolls-Royce de John". Ni qué decir del caviar que había que almacenar para la Ono y la intromisión de la misma en la vida financiera del cuarteto (amistada con Allen Klein, contrapunteó a John con Paul, y el representante de éste, John Eastman), algo que después resultaría lamentable para los tres beatles -John, George y Ringo- y benéfico para Paul, a fin de cuentas el único que tenía conciencia clara de lo que significa la industria del espectáculo.
McCartney, no obstante, siempre mostró su bondad hacia John (apellidado Ono Lennon) y las pruebas van desde la ayuda dada para grabar "The Ballad of John and Yoko" hasta la red tirada al viejo amigo para grabar un nuevo álbum, justo cuando, deprimido y drogado, John actuaba con evidente confusión mental, tal como lo mostró al fotografiarse, junto con la japonesa, desnudo para el álbum Two Virgins.
El nuevo disco, Abbey Road, el último del grupo, se grabó con la presencia de Yoko en el estudio, pues ante sus múltiples abortos, y dado que nuevamente estaba embarazada, "se instaló en el estudio una cama, donde ella dormitaba, leía o tejía, mientras John trabajaba con Paul".
Por aquella época John, decidido a dejar la heroína, se trasladaría a California para someterse a una terapia. Antes, decidió visitar a Cynthia y a su hijo, Julian, con quienes lo pasaba magnífico, cuando el ama de llaves le anunció que, histérica y al teléfono estaba Yoko Ono, amenazando suicidarse con somníferos porque "John pasaba demasiado tiempo con Cynthia y Julian". "Después de eso, Yoko Ono hizo todas las comunicaciones y arreglos en cuanto a Julian. Cynthia jamás volvió a oír la voz de John".
Como epílogo al daño infligido al cuarteto, la Ono se dio el gusto de mortificar a todos los fans del grupo al grabar su horrible voz, y lo es ciertamente, en las pistas del Let It Be, con la complicidad de Phil Spector, el productor. No había más, el 10 de abril de 1970, Paul anunciaba al mundo que Los Beatles estaban terminados.
Dinero es lo que quiero
A la separación del cuarteto, habrían de venir los divorcios de George y Ringo de sus compañeras, agresiones verbales entre John y Paul, grabaciones por separado y, en el caso de Lennon, un largo y sinuoso camino que culminaría con su muerte.
La Ono aún tuvo los arrestos para sumir más a Lennon en un estado catatónico de dependencia. Por ejemplo, a insinuación suya, obligó a John a partir a Los Angeles, en vacaciones forzosas, pero con la salvedad de que lo acompañaría la secretaria japonesa, May Pang, quien reportaba todos los días a Yoko el comportamiento y andanzas del ex beatle. Las artimañas de Ono incluían la manipulación de un posible reencuentro, como lo insinuaba cada vez que se veían en el Hotel Dakota de Nueva York, o su "sorpresiva" aparición en el concierto del Madison Square Garden, donde John participó junto con Elton John.
Previo a la grabación del álbum Double Fantasy, Lennon anunció un día al volver a casa:
-Tengo una sorpresa para ti, mamá.
-¿Qué es, papá? -inquirió Yoko.
-Voy a cancelar el nuevo álbum para quedarme en casa contigo durante tu embarazo.
-¡Oh, qué bueno, papá! -exclamó ella.
Vil farsa, pronto Yoko Ono se descaró, pues "mientras John empezaba a aprender a hornear pan, Yoko gravitaba hacia el aspecto comercial de las cosas. Ahondó en los diversos litigios de Los Beatles y, según se informa, negoció un acuerdo por cinco millones de dólares con Allen Klein. Empezó a comprar apartamentos en el Hotel Dakota cuando quedaban disponibles, hasta que ambos fueron dueños de cinco de las mejores viviendas del edificio. Yoko también compró una granja en las montañas Catskill de Nueva York, además casas en Japón, bahía de la Ostra, Long Island y Palm Beach. También invirtió en ganado. Bajo la conducción de Yoko, la fortuna de John se elevó a doscientos cincuenta millones de dólares".
Para mantener a John alejado de los negocios, la Ono inventó un mito tan imbécil como genial. Según ella, diversos psíquicos -algo así como los médicos invisibles de Cien años de soledad, novela de García Márquez- acudían a asesorarla y no querían que John estuviera por ahí, cerca. Así que la japonesa lo mandaba a sitios tan remotos como Hong Kong y Macao.
Fue Mark Chapman quien acabó con toda esta confusión (de la cual John acaso sólo pudo disfrutar del nacimiento de su hijo Sean, en 1975) la noche en que disparó a bocajarro al ex beatle.
John ya no pudo ver, y disfrutar, el éxito del que fue su último trabajo, el álbum Double Fantasy, ni percibir el gran amor que, aun hoy, no sólo los fans del cuarteto sino las también nuevas generaciones le guardan. Amor que se manifiesta al escuchar una y otra vez sus composiciones, recordar sus anécdotas y lamentar su inmerecida muerte.
Pero, para su fortuna, tampoco pudo ver la manera grosera como la Ono sigue aprovechándose de lo único que le interesó realmente: el dinero, heredado por John. Con todo y esa riqueza (demasiado para alguien que alegaba mundos espirituales y de quien no se tiene noticia de aportaciones altruistas, precisamente), hoy la señora que, indudablemente, contribuyó en cierta medida a la desintegración del más grande cuarteto pop de la historia, vive recluida en la ciudad de Nueva York, constatando que su arte es nada y que las consideraciones de las cuales alguna vez gozó fueron exclusivamente producto del brillo que John le proyectaba.
Hoy, sumida en la gris mediocridad de alguien que, paradojas de la vida, se sacó la lotería, pero perdió su alma, acaso sus hechizos y embrujos no le sirvan como defensa al escuchar que "la felicidad es un arma caliente" y, después de todo, quien la recuerde lo hará como un añadido de quien, al finalizar el siglo, brilló con tal luz, que aún hoy sigue presente.
*Francisco Sánchez Rodríguez es maestro de Ciencia Política por la UNAM y autor de la novela Penny Lane.
[1] Los entrecomillados pertenecen al libro de Peter Brown y Steven Gaines, Los Beatles, una biografía confidencial, Ed. Vergara, 1983, 478 pp.
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