Ha llegado el fin de semana. Es la madrugada. Y como el estéreo esta programado para hacerme la maldad de despertarme, lo hace a la hora programada. A las 6 y 10 de la mañana. No me levanto de inmediato. Me enrollo lo mas que puedo ahora con este pinche frió entre las sabanas y cobijas. Comienzo a escuchar música infantil y mis ojitos comienzan uno a uno a abrirse. Y mientras delibero entre levantarme a hacer las cosas del día o quedarme otro ratito. Elijo otro ratito quedarme en cama. Tomo mi iPod que tengo al lado de la cama en el buro y comienzo a jugar el clásico solitario. Y sigo escuchando la música infantil. Pasa una, pasa otra y me siguen recordando que sigo teniendo un maldito corazón de niño.
Canciones que tenia años de no escuchar. Entre ellas me levanta una sonrisa escuchar a Luis Pescetti con su Vampiro Negro. Chistosa y con el propósito de ponerle una sonrisita a los niños. Difícil para mi ponerme a sonreír. No lo hago mucho, pero en momentos como este, olvido lo que tenia en mente y me pongo a cantar. Sigo teniendo el maldito corazón de niño.