viernes, noviembre 05, 2010

La del corazón gentil

Incluso con tener su presencia cerca, sabia que me hacia sentir bien. Había dejado de sentir hacia mucho. Habia desarrollado la capacidad de mantener los sentimientos lejos. Y por consecuencia, tenia un corazón acorazado. A prueba de.

Toda la noche había pensado que era un desgaste pasársela pensando que diablos iba a hacer. Que rumbo tomar. Que decisión escoger. Era difícil no aspirar el quererla. Era difícil saber que aunque tenia poco de conocerla, las cosas podrían salir tal y como lo había pedido a gritos.

Esa tarde, había salido de casa esperando para encontrarme con Miguel. Habia decidido cambiar la rutina y salir a tomar el fresco. Platicas sin sentido pero que permitían deshacernos de demonios. Y a veces no era mas que hablar de tetas, culos y uno que otro resbalón. No imaginaba lo que estaba por sucederme.

Precisamente en una de esas clásicas platicas, fue que la vi pasar.

De sonrisa encantadora. Una manera de caminar que la hacia distinguir de las demás. Dicen que uno no suele enamorarse a primera vista más que en las películas y telenovelas tontas y baratas. Pero me resulto. Le seguí con la mirada hasta que ella se detuvo a comprar un cigarro con un vendedor ambulante. Por fortuna o mera casualidad, el vendedor no tenia el encendedor a la mano. Recordé que tenia unos cerillos en la bolsa izquierda del pantalón, resultado de un "robo" a mi hermano. Salve el honor y me apresure a ofrecerle prender el cigarrillo. No suelo hacer esa clase de cosas, pero me cautivo y creo que el hecho de poder ser mandado al carajo no hizo mella en mi orgullo, y un ego con el tamaño de un autobús.

Sol era su nombre. Y si, acorde a la despampanante belleza que deslumbraba.

Sin darme cuenta, había dejado a Miguel en la banca para encontrarme platicando con una extraña. Ya había dejado de ser una extraña, para convertirse en Sol, la chica que justo esa tarde había salido a tomar el fresco. Sabes, es un poco extraño, pues no suelo hacer esto -le dije, a lo que contesto que no había ningún problema pues de alguna forma ya estaba acostumbrada a ser abordada por extraños locos dispuestos a hacer cosas (extrañas). Fue cuando termino esa frase que mi mente quedo casi como fotografía: el hecho de verme en el paso del tiempo tomando por fin una decisión precipitada.
Por lo general uno sabe que las decisiones de esta vida deben tomarse de manera a veces precipitada pues estar planeandolo nos lleva a muchos más fracasos que a evitarlos.
Me nació acercarme y ofrecerte fuego -refute con una seguridad que desconocía- y de paso, porque no apreciaba bien los bonitos ojos que tienes. Me recuerdas a una chica que quiero mucho pero se ha ido. Si, se ha ido. Pero bueno, eso no importa... dime más de ti.

Al principio todo fue bien. Y no es que no fuera algo bueno, pero las cosas cambiaban conforme la iba conociendo. Sencilla, gentil, amorosa. El tipo de chica que siempre había deseado. Pero algo no cuadraba. Algo que me decía que era demasiado bueno para ser feliz, porque simplemente la felicidad nunca me había abrazado. O más bien era yo el que nunca quise abrazarla.

Habían pasado 3 semanas desde que comenzamos a salir. Ese vació que había sentido hasta el momento, comenzaba a llenar esa una cavidad hueca que sirve para funcionar correctamente el cuerpo y que algunos le llaman "corazón". Platicas sin sentido llenaban poco a poco esos ratos en que nos encontrábamos. Y créeme, que todo parecía ir tan bien hasta que de repente, sin aviso alguno ella desapareció.

Esa tarde, la última, ella se apareció tan linda como siempre, con esa sonrisa en la cara que no me avisaba lo que ocurriría después. Y se mostró tan linda, tan tierna. Platicamos de como le fue en el día, de que esperaba de la tocada que íbamos a asistir en los 3 días por venir. Se mostraba encantada. Yo igualmente extasiado pues habíamos esperado tanto y mas por ser nuestro primer evento juntos. Después, le tome de la mano pero me soltó. Si, me mostré extrañado pero no le di mayor importancia, y comenzamos a caminar directo a comprar un dulce.

Llegamos a donde su taxi pues había decidido ir a pie esa noche. "Adios" y un beso en la mejilla, de la forma mas tierna que pudiese haber imaginado. Todavía alcance a decirle que la vería en esos próximos 3 días. Y una sonrisa con algo de seriedad me despidió. Si, y desapareció.

Simplemente desapareció.

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